El Retablo Mayor
Antes de entrar en cualquier descripción del Retablo Mayor de la Basílica del Pilar, hay que decir que nos encontramos ante una joya artística, ante una joya escultórica, ante una composición renacentista que incorpora elementos góticos. El guardapolvo que lo rodea y la disposición de las figuras, penanas y filigranas de toda la mitad superior, así como la predela o bancada, desvelan una influencia inequívoca del retablo de La Seo, la catedral del Salvador. Quizá el Cabildo, en el encargo que hiciera a Forment, le pidiera expresamente una estética y monumentalidad similar a la del retablo con que ya contaba la Seo del Salvador. Son, pues, un conjunto de esculturas renacentistas dentro de una estructura de estética gótica. Las esculturas son abundantes, así como los elementos decorativos. La policromía se concentra más bien en la parte de la predela y en las figuras de Santiago Apóstol y San Braulio, a ambols laterales de la base de la composición. El resto, deja al desnudo un material para esculpir abundante en la geografía aragonesa: el alabastro. Procede del templo anterior al actual, el anterior templo gótico, y es, posiblemente, la mejor obra de Damián Forment.
El retablo se alza en la parte central del actual templo y esta esculpido en alabastro de Escatrón y dedicado a la Asunción de la Virgen . Su construcción coincidió con la terminación de las obras del antiguo templo y pudo hacerse gracias a la aportación económica de Fernando II de Aragón y de su segunda esposa Dª Germana de Foie, que contribuyeron con unos cuatro mil escudos a la obra.
El seis de abril de 1454 el Cabildo pacta con el escultor Miguel Gilbert la realización del retablo y según dice el Canónigo Artigola en su Libro de Aniversarios, se comprometía a esculpir los “Gozos de Nuestra Señora”. Sin embargo, el 10 de noviembre del siguiente año –1455 – murió Gilbert por lo que no llegó a realizar ningún trabajo, quedando la obra paralizada hasta que en 1509 Damián Forment contrata un pie de alabastro y en 1515 contrata al tallista Miguel de Arube para que hiciera el guardapolvo que cerraría el Altar Mayor.
En 1511, en un documento que reproduce Ponz dice que “Forment contrató por 1200 ducados de oro la realización de la obra, comprometiéndose a hacerla en siete años y que se hicieran pulseras de fusta y el resto de alabastro». Este documento parece enlazar con el que Miguel Gilbert había firmado cuatro años antes.
En el contrato de 1509 se detalla — ante el notario Miguel de Villanueva — el compromiso de Forment ante el Cabildo para la construcción del altar y promete hacer en el basamento siete hornacinas: dos de medio relieve con las cabezas de Santa Ana y San Braulio y los demás a gusto del escultor y tal vez acosado por el Cabildo, se compromete a hacer un retablo tan bueno o mejor que el de la Catedral del Salvador. El escultor recibiría del Cabildo, a la terminación de la obra, 1150 escudos de oro y se comprometía a realizarlo en tres años.
Respecto a la obra, podemos decir lo siguiente: Forment dividió el basamento en dos hileras superpuestas y a los extremos dos figuras de cuerpo entero: San Braulio, a la derecha, y Santiago Apóstol a la izquierda.
En el banco más próximo al suelo, hay entre columnas, cinco espacios que ,de derecha a izquierda, tienen los siguientes relieves: en el primer espacio guirnalda de hojas formando círculo y en su interior dos relieves como de una “C” y junto a ella otra invertida unidas por las puntas. En el segundo espacio, dos ángeles sostienen el escudo del Cabildo del Pilar; siguiendo en el tercer espacio retrato de Jerónima Alboreda, esposa del escultor. En el centro una lápida rectangular de difícil visibilidad, debido a que delante hay una mesa con el Sagrario. En el quinto espacio un medallón como el de Jerónima pero con el retrato de Forment, que si hacemos caso a la imagen, lo representa mayor. En los dos últimos espacios se repiten los motivos del segundo y primero.
En los retratos de este primer banco se observa la mano del maestro no así en los niños o ángeles que parece ser secundaria por lo que se podría pensar en un segundo artista, seguramente Miguel de Arube, como ratifica de esta parte arquitecto-decorativa.
Siguiendo la descripción hacia la parte superior, podemos ver en la predela siete escenas separadas por doseletes ojivales y pilastras con estatuillas colocadas sobre ménsulas y bajo doseles calados.
Las historias de esta predela son muy bellas y es en la única parte del altar que aún conserva cierta policromía. La primera escena, empezando por el lado del Evangelio, representa a S. Joaquín y Santa Ana ante la puerta dorada con figuras bastante inexpresivas excepto el ángel que hay en el ángulo superior dcha.
La segunda escena representa la Anunciación y allí podemos contemplar la sala donde la Virgen está cosiendo ya que sobre una repisa está su costurero con tijeras, dedal y huevo de zurcir, así como la tela. Detrás del cestillo, celosía con rete en forma de rombos dorados, y detrás de la Virgen hay dosel y cortina dorada. En la parte superior, ángeles y querubines y en primer plano, además de la Virgen, un ángel que lleva en una orla la salutación a María.
El tercer motivo representa la Visitación de la Virgen a Santa Isabel y su encuentro ante las murallas de la Ciudad y en el cielo una bandada de pájaros dorados. El conjunto es realmente bello.
El cuarto muestra la Adoración de los pastores al Niño recién nacido, con la Virgen en oración y los pastores mirándolo mientras en el techo del pesebre hay unos niños jugando.
El quinto es la Adoración de los Reyes, los cuales llevan sus presentes al Niño, que aparece sentado sobre las rodillas de la Virgen y sujeta el pañuelo que María lleva sobre los hombros.
En el sexto, está la Piedad. Jesús bajado de la Cruz, lo recogen las tres Marías advirtiéndose gran realismo dramático de factura notable y con detalles en los pliegues de las ropas; sin embargo la figura de Jesús, muerto, peca de robustez.
En último lugar está la Resurrección con un Jesús triunfante sobre distintas figuras y, analizando éstas, parece ser que Forment en este relieve tuvo poca intervención.
Toda esta predela está `policromada dándole relieve y belleza al conjunto. Todas las escenas están separadas por figuras sobre ménsulas y los siete relieves en su parte superior acaban en una concha.
El cuerpo central del retablo esta dividido en tres partes: La central y principal está dedicada a la Asunción de la Virgen, teniendo en el lado de la Epístola el “nacimiento de La Virgen “ y, en el del Evangelio” la presentación en el templo.”
Analicemos cada motivo: en el central la Virgen está en actitud orante, con las manos unidas y mirando al cielo, con vestido y manto que sostienen dos ángeles a ambos lados, dando la impresión de que la llevan hacia el cielo. La figura de María no es lo mejor del grupo central, ya que es dura de líneas y en actitud distante frente al naturalismo de las otras figuras que la rodean, sobre todo Santiago, que con mirada y rostro curioso, contempla la escena de su derecha.
Siguiendo la línea ascendente, sobre la cabeza de la Virgen, hay un expositor u óculo – característico en los retablos aragoneses – de forma un tanto ovalada rodeado de una línea de cabezas de querubines y ángeles músicos y en la parte superior, Dios Padre y, delante de El, el Espíritu Santo en forma de paloma. La función de ese óculo era exponer el Santísimo Sacramento, que, como en la vida cristiana, ocuparía el centro del retablo, unido al Padre y al Espíritu Santo.
Las escenas laterales, a diferencia de la central, tienen mayor horizontalidad, dando la impresión de más antigüedad que el centro.
En la “Presentación de Jesús en el templo” destaca la figura central del Sumo Sacerdote, así como José y María. Esta figura es la más plástica, airosa y elegante por lo que es atribuida a Forment. El relieve de la derecha., que representa el “Nacimiento de la Virgen”, es una escena doméstica con Santa Ana en el lecho sentada y una mujer atendiendo a la niña recién nacida; toda la escena está llena de enseres caseros. Las dos escenas tienen en su parte superior una marquesina.
Todas las escenas están rematadas por una ornamentación gótica con pináculos, ménsulas, columnas y figuras que recuerdan algunas de ellas a las de la custodia del la Catedral del Salvador que fueron dibujadas por Forment.
Todo el retablo está enmarcado por un guardapolvo tallado en madera, obra de Miguel de Arube, en el que destacan a ambos lados los ángeles, que sostienen el escudo capitular del Pilar, lo mismo que en la parte alta del retablo.
La mesa de altar sobre la que se celebra la Eucaristía es, en realidad, el sepulcro de San Braulio, que contiene sus restos y que, en el día de su fiesta (26 de marzo) puede contemplarse, iluminado, porque ese día se quitan los manteles que lo ocultan. La parte frontal es una gran placa de plata repujada de rica decoración, fechada en 1751 cuyos autores son Domingo y Antonio Estrada, padre e hijo, respectivamente.
La Sede Episcopal, que se encuentra en el lado del Evangelio (cabe recordar que la Basílica del Pilar es Sede Catedralicia) , es de nogal macizo tallado y mantiene la misma estética de la sillería del Coro, de donde procede. Consta de un panel central y dos laterales, en los que se hallan talladas diversas escenas alusivas a la Virgen, el entierro de San Braulio y el martirio de San Lamberto y los innumerables mártires de Zaragoza.
En la nave central se encuentran dos púlpitos de nogal, tallados en 1871 por Agustín Pardo, según diseño de Juan Atienza. El que se encuentra en el lado del Evangelio, está rematado por una imagen, símbolo de la esperanza y, en su perímetro, presenta altorrelieves que representan a San Bernardo, San Gregorio Nacianceno, San Ambrosio, San Atanasio y San Jerónimo.
«HE ELEGIDO Y SANTIFICADO ESTE LUGAR CON MI PRESENCIA PARA QUE ESTÉN AQUÍ MI NOMBRE Y MI CORAZÓN TODOS LOS DÍAS». En latín, en grandes letras romanas, podemos leer esta inscripción alrededor de la cúpula de la nave central, bajo las pinturas que representan la escena de la Coronación de la Virgen María sobre todos los santos y que pertenecen a varios autores. Una balaustrada de madera de pino recorre todo el anillo de la cúpula, dejando una galería transitable. Las pinturas de los cuatro evangelistas se encuentran en las cuatro pechinas que la sostienen. La altura de la cúpula es de 80 metros.
El Coro Mayor de la Basílica está situado a los pies de la nave central, justo en frente del Retablo Mayor. Procede de la antigua iglesia gótica. De estilo plateresco, fue tallado por un zaragozano (Nicolás Lobato), por un navarro (Esteban de Obray) y por un italiano (Giovanni Moreto). Toda ella está tallada en roble de Flandes entre 1544 y 1548. Se compone de tres hileras o graderíos de 124 sitiales. De ellos, 53 conforman la fila superior; 38 la fila segunda; y 33 la fila inferior. En la línea superior, las espaldas de los sitiales presentan escenas bíblicas del Antiguo y el Nuevo Testamento, a excepción de la silla presidencial, que contiene la representación de la venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza. También nos encontramos con diversas escenas de la pasión del Señor, así como otras relativas a la vida de la Virgen o a los misterios del Rosario. En las filas intermedia e inferior encontramos escenas esbozadas o bajorrelieves en madera de boj, en perfecta armonía de color con el roble original. Cada asiento es una verdadera filigrana de talla de exquisito gusto y perfecta conservación. En el centro del coro, para sostener los grandes y pesados libros de pergamino, se encuentra un gran facistol de madera, del siglo XVI, que se ve rematado por una pequeña imagen de la Virgen del Pilar, ante la que se arrodilla una estatuilla de Doña Godina, señora de La Almunia, seguramente porque el coro se tallaría a sus expensas. Cierra la obra una gran reja de casi 10 metros de altura y un frontal elevado, rematado por varias esculturas, entre las que se encuentra, en el centro, la de la Virgen del Pilar.