Mantos y Coronas de la Virgen
Aunque la razón de la existencia del Santuario radica en la tradición de la donación de la Columna efectuada por la Stma. Virgen al apóstol Santiago, la mayoría de las personas que entran en la Basílica se fija en el manto que la viste, en su bordado, color…y en la corona que envuelve la Imagen. De ahí la copla del folclore aragonés:
De brillantes y coronas,
Y de mantos muchos más
Está llena mi Patrona,
Que es la Virgen del Pilar.
Los Mantos de la Virgen del Pilar
Empezando por los mantos, se plantean los primeros interrogantes: ¿Por qué y desde cuándo se visten la Imagen y la Columna con manto?
En cuanto al por qué, podríamos explicarlo: si en la actualidad los devotos o los miembros de una cofradía desean ornamentar con túnicas, altares, candeleros y carrozas las imágenes de su devoción no podemos negar la existencia de tales comportamientos en la religiosidad popular de hace cinco siglos.
En lo referente a la antigüedad de esta costumbre de enriquecer el entorno de la Columna y su imagen se han ido determinando distintas épocas. Con los datos que hasta la fecha han llegado a mi poder, me atrevo a afirmar que, muy posiblemente, en 1492 ya se ponían mantos a la Virgen.
Me apoyo en los siguientes documentos:
– Protocolo del notario D. Martín de la Zaida de 1504, en el que se redacta la testamentaría de D. Juan Benedic (¿racionero del Pilar?) en la que deja 100 sueldos para la confección de un manto.
– Protocolo de D. Pablo de Gurrea, notario público y de la ciudad de Cesaraugusta del año 1577, que hace una catalogación de 72 mantos de Ntra. Señora del Pilar.
Con estos datos se puede afirmar con toda certeza que en 1504 la imagen de la Virgen se vestía con manto.
Estoy convencido de que el inventor de la idea no fue D. Juan Benedic. Es más fácil asegurar que, en sus años de estancia en el Santuario levantando las cargas de su responsabilidad coral y de culto, observaba cómo estaba vestida la imagen, y él, llevado de su amor a la Virgen, quiso donarle uno.
Por todo ello, según mi criterio personal, los mantos decoran la Imagen de la Virgen del Pilar desde el s. XV, y todavía se mantienen abiertos los interrogantes desde cuando y por qué.
En relación a su número, es conocido el dicho “la Virgen del Pilar tiene más mantos que días tiene el año”. Es un hecho que el número de mantos aumenta constantemente. Si a finales del siglo XV el inventario reseñaba 72 mantos, en la actualidad rebasa ampliamente los 450.
Qué y cómo son los Mantos
Los mantos son ofrendas; expresión de amor y devoción a la Stma. Virgen. Es secundario el valor material de los mismos; lo fundamental es todo el sentimiento, las vivencias y el amor que encierran, y que han impulsado a los donantes a efectuar su ofrenda.
Su formato es de un trapecio circular de unas dimensiones medias en la cuerda superior de 40 cms., y la de la inferior 140 cms; su altura entre arcos es de unos 80 cms. Unas dimensiones muy apropiadas para que podamos contemplar en los mismos verdaderas obras de arte; por los temas representados, o las técnicas utilizadas para su confección.
Los hay de tisú, brocados, terciopelo, raso de seda, damasco, de piel, e incluso de papel. Trabajados de acuerdo con el material de base y la capacidad de los donantes o de los artistas a quienes se les encarga su realización; bordados a mano o a máquina, elaborados a ganchillo o a bolillo, con aguja de tricotar o pincel. Los hay enriquecidos con pedrería, auténtica o de fantasía, o esmaltes. Pero, como expresaba anteriormente, si es importante el material y la técnica utilizada en su confección, lo que da valor a los mismos es el cúmulo de vivencias que provocan su determinación ofertorial.
Llegados a este punto, se plantea la pregunta: ¿quiénes son los donantes?
Contemplando los mantos vemos que los donaron personas o instituciones que abarcan todo el abanico social, económico, cultural, político o religioso. Desde la persona ciega que lo hace a ganchillo, necesitando de otra para su montaje, hasta la persona que encarga la confección de un manto bordado en oro, sedas sin preocuparse de su coste; desde las religiosas de clausura que lo bordan de rodillas durante la recreación en los años 1936 – 1939, hasta las Cofradías o Institutos religiosos; sin olvidar organismos pertenecientes a la cultura, la industria, la milicia y la política.
Respondiendo al interés de muchas personas por el color, los hay de todos los colores y matices. Y la norma para su colocación en la Columna, “aunque no hay regla sin excepción” como son los mantos de los países hispanoamericanos, que la visten el día de la fiesta nacional del país correspondiente, es que el color del manto coincida con el de los ornamentos de la Misa del día. Se debe reseñar que, para resaltar mensualmente tres hitos importantes dentro de la devoción a la Stma. Virgen del Pilar – la Venida de la Virgen, la Solemnidad del Pilar y la Coronación canónica, respectivamente- los días 2, 12 y 20 de cada mes (excepto el 12 de octubre y el 20 de mayo), se presenta la Imagen sin manto.
Finalmente, según datos existentes en las Actas del Cabildo, ya en 1677, los mantos también han tenido la misión de acompañar a los enfermos más graves de la capital. Mantos sencillos, que después de haber vestido a la Imagen pasaban a cubrir este servicio; acompañar a los enfermos y que puedan vivir de forma positiva, humana y religiosa, todo el proceso de su enfermedad, sintiéndose acompañados por María “Salud de los enfermos”, como recitamos en la letanía. Dado el insuficiente número de mantos para este servicio, para atender a las solicitudes de los enfermos residentes fuera de la capital, hace unos trescientos años, se creó la Medida de la Virgen.
Las Coronas de la Virgen del Pilar
En la actualidad son diez las coronas que dispone la Basílica para poder ornamentar la imagen de la Virgen del Pilar.
El profesor Cruz Valdovinos, en su estudio sobre la joyería del Pilar en el libro El Pilar de Zaragoza, afirma “También se datan en la segunda mitad del siglo XVI algunas coronas de la Virgen del Pilar y del Niño. Las coronas son piezas que realizaron tanto los plateros de oro como los de plata. De las hechas por estos apenas se conocen algunas del siglo XVI, aunque sí muchas posteriores; en cambio, son excepcionales las que se han conservado de cualquier época labradas por plateros de oro, pues incluso algunas de oro fueron hechas por plateros de plata según tipología, estilo y técnica empleadas en la plata. De ahí que el conjunto del Pilar tenga una importancia muy grande”.
Siguiendo el estudio de D. José Manuel Cruz Valdovinos, las podemos catalogar en coronas de la época clásica de la joyería española, las correspondientes al periodo barroco y las realizadas en los siglos XIX y siguientes.
I.- Coronas de la época clásica.
Corona de la Virgen (6 cm. de altura y 6 cm. de diámetro; con halo 17 cm. de altura y 25 de anchura) une a su extraordinaria calidad una inscripción que permite conocer la fecha de su realización; en el interior del aro se lee: FE / Alº DE RI / 1583, y en el mismo aro, por el reverso, lleva un escudo superpuesto estrellado en azul con tres estrellas de seis puntas y sobre el todo terciado una barra y partido. El halo es del siglo XX , aunque el adorno de rubíes – esmeraldas en el centro- sobre esmalte blanco parece aprovechado de la época de la corona.
De esta época son tres coronas del Niño (3’6 x 4’2 cm.; 2’3 x 3’5 cm, y 3 x 3’5 cm.). La primera debe ser la más antigua : mediados del siglo XVI. La segunda de fines del mismo siglo. Y la tercera, aunque su estructura dificulta su datación, puede ser de la misma época.
II.- Coronas de la época barroca.
Resumiendo el trabajo del profesor D. José Manuel Cruz en este periodo reseña:
Corona de la Virgen (16 cm. de altura, 16 cm. de anchura y 6 cm. de diámetro de base); pieza de magnífica calidad y con interés suplementario de estar fechada, como sucedía con la de 1583. En el interior del aro de base se lee: TOMAZ AUMADA / POR TO NA RO 1645 (unidas M y A, y N y A); es posible que la segunda línea deba leerse “protonotario”. (En un catálogo manuscrito de finales del siglo XVIII afirma que era “Racionero”). La corona ofrece el mismo modelo que las de plata, aunque es de oro con perlas, esmeraldas y topacios. Por su tipología debe ser obra zaragozana. La forma de perfilar el aro y el halo con hilos de perlas es característica de la platería de oro de la época.
Corona de la Virgen con halo (20 cm. de altura, 21 cm. de anchura, 10 cm. de altura la corona y 6 cm. de diámetro el aro. También del siglo XVII, aunque ofrece distinta tipología que la precedente. Los rayos flameados acaban en estrella y se unen en su parte inferior por una tracería calada. La pieza es de oro con esmalte royo en los rayos, perlas que delimitan los segmentos, rubíes y esmeraldas.
También estimo que hay que agregar la corona que más frecuentemente lleva puesta la Imagen. El catálogo manuscrito de finales del siglo XVIII la describe: Es una corona de oro de peso de treinta y dos onzas de a 22 quilates. Va compuesta con quince raios de hermosa labor todos esmaltados de roxo, verde, azul y blanco, y cada uno tiene en su extremo tres perlas preciosas, y lleva hasta ciento de bellísimo candor y hermosura. Tiene en el medio una estrella de cinco diamas rosas, montados al tope, que la dio el Excmo. Sr. Conde de Peralada.
III.- Coronas de los siglos XIX y siguientes.
En estos siglos ha continuado aumentando el catálogo de las coronas ofrecidas a la Stma. Virgen del Pilar. Entre ellas podemos reseñar:
Corona de oro con esmeraldas y halo con plafones de cabezas de ángeles de plata y rosetones de rosas. En un aro del reverso que ajusta los rayos lleva escrita la siguiente dedicatoria: En prueba de su constante devoción a Nª. Sª. del Pilar en su santo Templo de Zaragoza le consagran esta corona y otra para el Niño 1850. D. Indalecio Latorre y de Pedro y Dª. María Ana Melgarejo Sánchez de Madrid de la Torre. Marqueses de Casa Madrid.
Hay dos coronas de oro enriquecidas con las joyas de la familia. Una de ellas donada por Dª. Luisa Figueras de Velasco en 1955.
Corona de brillantes montados al aire; extraordinaria por su trabajo de joyería.
La más reciente es la ofrecida por las Damas de la Corte de Honor de Ntra. Sra. del Pilar, el 21 de noviembre de 2002 con motivo del centenario de su fundación. Costeada por las aportaciones voluntarias de sus asociadas y realizada por la Casa Ansorena de Madrid.
He dejado para el final la corona que se ofreció a la Stma. Virgen el 20 de mayo de 1905, en la peregrinación nacional organizada como respuesta al Jubileo Mariano promovido por el Papa S.S. Pío X para conmemorar el 50º aniversario de la proclamación dogmática de la Inmaculada Concepción de María.
Respondiendo al anhelo de S.S. Pío X, que recomendaba la organización de devotas peregrinaciones a los santuarios de María, para rendirle nuestro tributo de amor en el misterio de su Purísima Concepción, la Asociación de Mujeres Católicas de Madrid, alentada por la Condesa de Gondomar y apoyada por su prelado, tomó la determinación de organizar la peregrinación al Pilar de Zaragoza y, en ella, celebrar la Coronación canónica de la Virgen “porque no se podía venir a visitar a la Madre con las manos vacías”. Enseguida tomó cuerpo que la ofrenda de una corona fuera el regalo de las “madres a la Madre y de las señoras a la Señora”. Idea que fue aceptada gustosamente por las asociaciones y prelados de todas las diócesis españolas.
Fue tal la respuesta, que los obispos se vieron en la necesidad de solicitar a la Santa Sede que las gracias jubilares, concedidas para el año 1904, se ampliasen en España al 1905 y así disponer de tiempo suficiente para organizar la magna peregrinación nacional al Pilar; a lo que S.S. accedió.
Con las ofrendas recibidas, preferentemente objetos personales, los artistas plateros de Madrid Sres. Ansorena confeccionaron las coronas de la Virgen y el Niño junto con el resplandor que las enmarca, en cuarenta y cuatro días, trabajando treinta y tres artesanos.
Dada su brillantez artística, trascribo la descripción de las mismas que hace el presbítero D. Antonio Magaña Soria en su Crónica de la Coronación de la Virgen, dice:
“Las coronas de la Virgen y del Niño solamente se diferencian en el tamaño, viniendo a ser ésta una miniatura de la primera.
Su estilo en gótico florido. El friso lo componen dos cintas de brillantes que sostienen entre sí una caprichosa cenefa formada por ricas esmeraldas, zafiros y rubíes entretejidos con finísimas perlas. La diadema que descansa sobre el friso constituye un entrelazado curvilíneo que termina en ocho puntas formando otros tantos círculos en su parte inferior que semejan floroncitos en donde destacan admirablemente dispuestos rubíes y topacios adornados con perlas y brillantes. La faja que dibuja el entrelazado es toda de brillantes y las puntas sostienen perlas de gran tamaño. De la diadema arrancan cuatro cimeras, que tienen la forma de S invertida poco pronunciada y están cuajadas de perlas y brillantes. Estas cuatro cimeras se juntan formando cruz y en el vértice de unión, descansa el globo que es un hermoso y magnífico solitario donación de S. M. la Reina, y sobre este globo destaca la cruz formada de perlas y brillantes.
El nimbo que circunda la corona de la Virgen es del mismo estilo y lo constituyen tres anchas fajas adornadas con caprichosos florones de piedras de distintos colores y tamaños, combinadas con verdadero gusto. A estas tres fajas va unida como remate una aureola de óvalos puntiagudos que terminan en finísimas agujas formando una crestería muy delicada toda ella compuesta de chispas de brillantes y el fondo de los óvalos de multitud de topacios y amatistas. Los remates de las agujas sostienen variadísimas perlas.
El resplandor que sirve como fondo de la corona de la Virgen es también una obra magnífica. Unidos por dos fajas circulares convenientemente separadas, en donde están incrustadas formando flores y caprichosos óvalos variedad de topacios, amatistas y zafiros de gran tamaño adornados con brillantes y perlas, salen veintinueve hacecillos de rayos convergentes, unos más largos que otros, sistemáticamente colocados y cortando la monotonía de sus aristas, llevan sobrepuestos grupitos de piedras y algunas joyas antiguas de inapreciable valor. En la parte central superior, destaca un hermoso florón, que lo componen una cinta de brillantes en forma de lira, en cuyo centro está encerrado un grueso topacio esférico. Todos los rayos son de oro adquirido con los objetos y joyas que habían sobrado de la corona”.
Fue trasportada a Roma y bendecida en la Capilla Sixtina por Su Santidad el 29 de abril, quedando tan impresionado de su belleza que manifestó a la delegación española “España es verdaderamente grande en la fe y devoción a María. Con esta corona ha dejado pequeño a todo el mundo católico”.
La solemnísima ceremonia de la Coronación Canónica la efectuó, por delegación de la Santa Sede, el Arzobispo de Zaragoza, Excmo. y Rvdmo. D. Juan Soldevila y Romero, como se dijo anteriormente, el 20 de mayo de 1905, quien en formato de decreto levantó acta del acontecimiento.
En la relación de joyas presentadas el 3 de abril de 1809 al mariscal Lannes hecha por el Capellán de la Virgen, D. Pascual Herranz, figuran dos coronas, de las que carecemos de noticia de las mismas desde esa fecha.
Un catálogo manuscrito de finales del siglo XVIII, que se halla en la Biblioteca del Palacio Real, las describe:
Tiene Nuestra Señora cinco coronas….
La primera y más preciosa, y la que, le ha regalado nuestro Ilustrísimo Prelado Don Juan Sáenz de Buruaga Arzobispo de Zaragoza. Toda ella es de oro, y los Imperiales van cubiertos de diamantes brillantes y finísimos rubíes todos brillantes.
En la diadema que ciñe los imperiales van figurados de preciosos brillantes doce atributos de esta Emperatriz soberana, a saber: La Nave, la paloma, el pozo, la fuente, el castillo, la luna, el sol, la estrella, la torre, la rosa, el lirio y el cedro.
Y a la parte superior, y en medio de los atributos lleva un triángulo perfecto de brillantes, y de su centro sale una palomita de cuerpo entero toda de brillantes, tendidas las alas y con precipitado vuelo como que mira abajo.
Remata esta corona con doce rayos con doce estrellas de brillantes, que llevan en su centro doce topacios preciosísimos, y a más uno del grueso de una bala en el centro de la corona sobre todos los Imperiales puesto en un cerco de oro, llevando por remate esta corona un pectoral de topacios correspondientes a los demás.
Describe la segunda corona:
Otra corona que mandó hacer a sus expensas el referido Arzobispo y se presentó después de su muerte en el año 1780, es toda de oro, guarnecida de diamantes y rubíes todos brillantes; remata en una cruz que tiene en su pie un círculo de oro, un diamante tostado.
S.L.Bibliografía:
Alhajas de Ntra. Madre y Señora María Stma. del Pilar
Manuscrito 2512 (nº 39)
Biblioteca del Palacio Real
Coronación Canónica de Ntra. Sra. del Pilar de Zaragoza. Peregrinación Nacional a su Basílica 1905.
El Pilar de Zaragoza
Obra en colaboración. Editada por la Caja de Ahorros de la Inmaculada. Aragón. 1984.
Capítulo correspondiente a la Joyería por D. José Manuel Cruz Valdovinos.
Revista Los Sitios de Zaragoza. Nº 9.- Mayo 2008